Que cambiamos para que nada cambie
A propósito de la prisión preventiva a Keiko Fujimori y la negativa de asilo a Alan García.
"La conquista del poder cultural es previa a la del poder político, y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales llamados 'orgánicos' infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios.”
Este fin de año de convulsiones políticas nos dan una esperanza de que todo puede mejorar, si Keiko Fujimori y Alan García van a la cárcel quiere decir que la justicia funciona, que las instituciones se han reformado y que el Perú va inevitablemente hacia el progreso.
Pero lamentablemente esto no es así, nunca en la historia ha existido grandes cambios sociales sin crisis y revoluciones, con todo lo que ello significa. Las recientes noticias de prisiones preventivas y el protagonismo del denominado "fiscal del pueblo", José Domingo Pérez y otros, se deben a las ansias de justicia de un pueblo desprovisto de una herramienta que conduzca los cambios que añora. Dicha herramienta no es otra que un partido político, pese a la destrucción de los mismos por el Fujimorismo, su desprestigio por la creciente corrupción en todas las tendencias ideológicas y la gran desconfianza instalada en la sociedad, al menos en la capital, esta es la única forma de conquistar un cambio real a la miseria moral que vivimos en la actualidad.
Creer que tenemos vigente un partido con el suficiente empuje para lograr la conducción del descontento social (a modo de autocrítica), es ingenuo, incluso en la máxima unidad de las izquierdas no tendríamos la capacidad de contrarrestar la principal lucha a librar en este momento: la batalla de ideas. ¿Creen que el fiscal Domingo Pérez es el guardián de la justicia? ¿Qué recibió un poder divino y ahora va desaparecer la corrupción de casi doscientos años de historia? ¿Qué apoyándolo vamos a lograr los cambios constitucionales que se requiere para proteger nuestra soberanía? Pues no, ningún fiscal, ningún juez, ningún político va lograr algún cambio profundo de la realidad sin la organización del movimiento popular, y esto solo va ocurrir desde la madurez de los actuales líderes de la izquierda y de sus jóvenes generaciones (en la que me ubico) que respondan con propuestas de unidad a la problemática nacional.
Considero que, ahora mismo es fundamental informar al Perú que no estamos cambiando nada, que todo continúa en manos de las mismas personas, de las mismas familias, que la corrupción sigue siendo la regla general del quehacer político, que ninguna institución se corresponde a los intereses del pueblo, que la guerra contra el Fujimorismo y el Aprismo, responde a un reacomodo de la burguesía internacional que ya no los considera aptos para garantizar la continuidad de sus negocios, de sus saqueos. Es decir, se trata de cambiar de implementadores del modelo, de renovar sus actores, que partido con mayoría en el Congreso nos va oprimir el 2021, que Presidente nos va gasear en la Plaza San Martín cuando reclamemos algún derecho, es eso lo que estamos discutiendo hace meses y la política del mal menor deja de ser una opción.
En estas condiciones, el acto más revolucionario que podemos hacer es autoeducarnos, repensar el país y sumarnos a la Refundación de la República.